Soy parte de la comunidad de los no-avergonzados. La
suerte está echada. He cruzado la línea. La decisión ha sido tomada. ¡Soy un discípulo
de Cristo!
No voy a mirar hacia atrás, rendirme, frenar,
retroceder, o estar quieto. Mi pasado ha sido redimido. Mi presente tiene
sentido. ¡Mi futuro está asegurado!
Ya he terminado y acabado con la vida baja, el
caminar por vista, las rodillas sanas, el planificar pequeñeces, sueños
incoloros, visiones grises, el hablar mundanamente, el dar mezquino, y las
metas enanas.
Ya no necesito preeminencia, prosperidad, posición,
promociones, aplausos, o popularidad. Yo no tengo que estar correcto, o ser el
primero, o estar al tope, o ser reconocido, o alabado, o recompensado. Yo vivo
en la fe, y me apoyo en su presencia, camino por la paciencia, elevado en la
oración y el trabajo por el poder del Espíritu Santo.
Mi cara está establecida. Mi marcha es rápida. Mi meta
es el cielo. Mi camino es estrecho y la senda áspera, mis compañeros pocos,
pero mi guía es confiable y mi misión es clara.
No voy a ser comprado, comprometido, desviado,
atraído, devuelto, engañado o retrasado.
No voy a flaquear en la cara de sacrificio o dudar
en la presencia del adversario. No voy a negociar en la mesa del enemigo,
meditar en la piscina de la popularidad, o deambular en el laberinto de la
mediocridad.
No voy a renunciar, callar, o rendirme hasta que
haya permanecido, en Jesus guardado, en oración elevado, el precio haya pagado,
y haya predicado para la causa de Cristo.
Yo soy un discípulo de Jesús. Tengo que dar hasta
que me muera, predicar hasta que todos conozcan, y trabajar hasta que Él venga.
Y cuando venga por su cuenta, no tendrá problemas en reconocerme.
¡¡Mi color será bien claro!!
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